LLEGÓ LA LUNA LLENA DE ABRIL, ESA LUNA DE PASCUA QUE VUELVE SANTA UNA SEMANA DEL AÑO… En el pasado, se la esperaba con las drásticas restricciones de la Cuaresma, días en que no había que reír ni gozar, en la solemnidad de prepararse para una decisiva Muerte y Resurrección anual. Hoy no hay Cuaresma, pero sí cuarentena. Todo detenido en una mundial cámara lenta, con cada ser humano, guardado en su casa, teniendo que enfrentar lo desconocido. Difícil no tener miedo, con una situación tan líquida, mutable, incontrolable, de certeza externa ninguna. En esta colosal crisis, solo lo interno sirve: la confianza inquebrantable en la vida, la atención firme en lo positivo, el desarrollo de disciplinas personales para no sugestionarse de negatividad y llenarse de angustia. Y por supuesto, el arte incomparable de vivir en el presente, resistiendo cualquier tentación de preocuparse y sufrir. Y, centralmente, la profundización en el misterio luminoso de nuestro ser, y sus vínculos de amor con otros seres y el universo mismo.
Seguramente hay observadores extraterrestres celebrando esta inconcebible encerrona que el destino está haciendo a nuestra humanidad. Qué estupenda manera, dirán quizás, de que los porfiados humanos paren, miren, y escuchen. De que detengan su locura y encuentren por fin sabiduría. Y la practiquen, para que dejen de destruir su planeta y maltratarse los unos a los otros.
El año pasado, todos los estudiosos de la cosmología antropológica veíamos que este año venía con crisis total del sistema. Con fin definitivo del mundo que conocemos. Cómo iba a ocurrir eso, nadie pudo imaginarlo. La especie entera está todavía atónita, en suspenso.
Pero todo desafío a lo humano ha activado siempre nuestro mejor. La más formidable creatividad, las soluciones inspiradas, por fin solidaridad y altruismo. Todas las grandes catástrofes lo han traído: la mejor Europa fue la que se recicló a sí misma después de la masacre de la Segunda Guerra, el más generoso Estados Unidos fue el que renació después del abismo de la Gran Depresión de los 30.
Hay motivos para confiar. Unidos, los seres humanos somos capaces de hazañas imposibles en la separación habitual. Y, secretamente, se está escuchando en los corazones un íntimo rumor: que estamos recibiendo más luz que nunca, porque llegó la hora en que el Cosmos activa nuestro esperado salto de conciencia. Ese salto al vacío que nos lleva al lugar prometido…