Una fiesta de conexión cósmica, en nuestra época inadvertida, pero ancestralmente auspiciosa y trascendente. ¿Qué celebramos? Ni más ni menos, el RETORNO DE LA LUZ. El anhelado momento en que la oscuridad anual deja de aumentar, porque le toca crecer a la luz. Se trata del Solsticio de Invierno, el día más corto del año y la noche más larga; el punto de inflexión de la esperanza humana en los poderes de la vida. Falta todavía mucho invierno, pero, a partir de hoy, cada mañana el Sol amanecerá más temprano, iluminando la certeza cálida de una primavera que llegará de todas maneras. Entretanto, irán floreciendo entre nosotros aromos, cerezos, almendros, magnolios, como trompetas anunciando en el nublado el perfume y el color de la abundancia que viene.
Para los pueblos originarios ésta es, naturalmente, la fiesta más importante de todas. ¡El verdadero Año Nuevo de esta tierra! Vuelve el Sol, de a poco, a abrazarnos, trayéndonos sus dones de flor, fruto, calor y vida. Mapuches, quechuas, aimaras están preparando ceremonias y banquetes para la magna ocasión, la gran fiesta del Sur del Mundo.
Como nuestro destino ha sido vivir traspuestos con el calendario y costumbres de los conquistadores europeos, hacemos estas celebraciones justo en la época contraria del año, el verano, cuando no se necesitan para nada, porque la naturaleza misma, y por tanto nuestros cuerpos y alma, están de fiesta.
Allá, en Europa, en cambio, el Solsticio de Invierno ha sido siempre el momento sagrado de celebrar primero la Navidad -el mismísimo Retorno de la Luz vuelto relato y ritual de esperanza-, y a continuación, el Año Nuevo, con fuegos artificiales para iluminar las noches interminables. ¡Son inyecciones de alta energía espiritual colectiva en el momento más necesario, cuando nos abruma el frío y la oscuridad!
Precisamos, en estos días desalentados, de esas inyecciones de espíritu. Enfocarnos con firmeza en la llama que no se apaga, en la luz interior que hace florecer lo invisible.
Todos sabemos ya cómo se alimenta esa llama todopoderosa: en la quietud, el silencio, la reverencia interior; para luego acrecentarla en el cariño y la alegría de estar juntos y amarnos los unos a los otros. ¡El amor fluye también online!
El Cosmos, con sabia conspiración, ha regalado esta encerrona a la humanidad. Indudablemente, para acelerar nuestro madurar, como antes se hacía con las paltas, envolviéndolas en papel de diario. Hay que conceder que no es un encierro de los atroces, de los de castigo, porque encerrados estamos, pero no incomunicados, que es lo más terrible. Muchos, incluso, se comunican tanto más y mejor que antes, cuando estaban presos de la agenda y el apuro. Una increíble oportunidad para profundizar consigo mismo y con los demás, como de seguro es la intención superior.
En este formidable 2020, el Solsticio coincide con una Luna Nueva con eclipse de Sol. ¡Puras alineaciones que potencian aún más las intensas energías presentes! La lectura arquetípica es evidente: hay sombras del pasado que ocultan el nuevo comienzo, oscuridades pendientes desafiando la promesa que se va a desplegar. La moraleja, simple también. Tenemos que soltar lo anterior, aceptar que no habrá vuelta a “la normalidad”. Nos toca crear de nuevo la convivencia en el planeta, sanando lo enfermo, reciclando lo que ya no sirve, aprendiendo a confiar con los ojos ahora sí abiertos. Solucionando los mil problemas colectivos con la inspiración que está llegando a raudales desde el misterio. Inaugurando, con el auspicio generoso y eficiente del Universo y su ley de evolución, una época inimaginable.
En lo personal de cada uno, la ardua paciencia de desarmar y renunciar a “lo que yo quería”, “lo que yo pensaba”, “lo que yo creía que”, con todos sus solapados idealismos, porque son precisamente ésos los apegos egocéntricos que eclipsan la luz de lo que viene. Nada será como creíamos. La transformación de nuestra conciencia es inmensa e irreversible, y ya está llegando la invitación a concretarla en nuevas actitudes, gestiones y alianzas, con mucho perdón y compasión, abundantes abrazos, y agradecido compartir.
¡Feliz Año, queridos amigos!