Un día que conmemora un misterioso evento espiritual ocurrido hace dos mil años, pero que potencia también un presente lleno de incertidumbre y de promesa.
Cómo no va a resonarnos la palabra RESURRECCIÓN, si por tantos lados morimos y por otros, mejores y venturosos, estamos naciendo?
Cada uno conoce bien este vértigo actual de estar perdiendo todo lo conocido, para entrar de pronto en otro espacio, de inédita naturalidad y magia, en que nos encontramos de frente con nuestro verdadero amor: nosotros mismos.
Qué lástima que todavía duren tan poco esos ratos radiantes en que la luz se encarga de todo y amar es como respirar! Una mañana esplendorosa, unos días de puro milagro, una meditación en que se encendieron todos los reflectores…
Después, claro, volvemos a lo de siempre. Preocupación, disgusto, reclamo, culpa, desaliento, ira. E intentos desesperados de controlar el futuro.
Eso es, exactamente, lo que está muriendo. La conciencia enraizada en el miedo que la humanidad ha sufrido tan larga y brutalmente, expresada hacia adentro como un oscuro rechazo a nosotros mismos y ese desesperado sálvese quien pueda que es el egoísmo.
Mueren los automatismos que nos impiden ser felices, las estructuras de control que nos mantienen a la defensiva, desconfiando de los demás y de la vida. Solos y separados, por supuesto. Cómo, si no, si nuestra constante defensa es el ataque?
Esta muerte bendita fue anunciada desde siempre por los sabios. Anunciada para ahora! Porque AHORA está llegando la energía cósmica que permite el salto cuántico. Es AHORA el momento de soltar la conciencia condicionada por el miedo y abrazar la conciencia despierta por el amor.
Esa es la resurrección, nuestra estupenda resurrección.
El cosmos conspiró para facilitarnos la tarea inmensa de soltar y saltar, la locura maravillosa de cerrar los ojos para comenzar a ver, y detuvo por un rato al mundo. Nos confinó!
Aprovechemos esta tensa pausa planetaria, dedicándonos prioritariamente a la alquimia decisiva de nuestra propia transformación. Después vendrá el desafío de crear un nuevo mundo. Dejemos por fin de dudar, declaremos ya la bancarrota de nuestras patéticas ilusiones egoístas, atrevámonos a creer en serio en el poder y sabiduría del corazón. Un poder y sabiduría que solo se liberan cuando nos aceptamos enteramente, con luz y con sombra. El esplendor galáctico y la vulnerabilidad humana igualmente incluidos: ahí está el abrazo que todo lo cambia.
Y el Huevo de Pascua, hecho con chocolates del alma, se abrirá cuando llegue su hora, para que vuele libre el ser alado que lleva adentro.