EN EL DEVENIR DE NUESTRA EXPERIENCIA, OCURREN DE VEZ EN CUANDO MOMENTOS EXTRAORDINARIOS. Momentos de destino, cargados de energía y oportunidad, donde nos es posible elegir un nuevo tiempo, un cambio trascendente de vida. Los griegos, prístinos en su saber ver, lo llamaban Kairós, el instante mágico en que los dioses conceden lo que el humano pide desde el corazón.
Hay Kairós personales -los grandes desarrollos evolutivos de nuestras existencias siempre comenzaron así, con una opción inspirada-, y Kairós colectivos. Hoy, Chile se encuentra justamente allí, en un cruce inmenso de destino y libertad, un Kairós inesperado y, sin embargo, largamente anhelado. Tenemos que elegir rumbo.
Misteriosamente, la elección del domingo 19 se parece hasta lo asombroso a otro gran Kairós nacional, el que ocurrió hace exactos 33 años: el Sí y el No. Treinta y tres años, cifra muy significativa. Igual que entonces, el mundo está pendiente de nosotros…
No es extraña la repetición de circunstancias y opciones en las vidas individuales y en las vidas de los colectivos. Pareciera que la misma lección, el mismo desafío, necesariamente se repite, pero en otro plano de la espiral evolutiva. En otro nivel de conciencia. La opción chilena es casi idéntica a la del 88, una opción de orientación, una decisión de brújula entre dos direcciones opuestas. Pero Chile ya no es el mismo, y es preciso que nuevamente elija hacia dónde quiere ir.
Sin embargo, las convicciones políticas tienen poco que ver con el discernimiento. Mayoritariamente, provienen de identificaciones emocionales de raíz familiar, o de rebeldía en contra de esas identificaciones. Proporcionan un incuestionado y gratificante sentido de pertenencia, que con toda facilidad se vuelve pasión fanática, tan ardiente y ciega como la de los devotos de un equipo de fútbol.
De esos fanatismos a creer que estamos en guerra, y que la aniquilación del “enemigo” es la solución final, hay apenas un lamentable paso. La democracia es algo muy distinto, y mucho más exigente. Requiere respetar a quien no queremos respetar. Porque, tal como en las clásicas rupturas familiares, odiosas, dramáticas, de grave daño para el alma, la guerra política termina, tarde o temprano, en las conversaciones, negociaciones y aceptaciones indispensables para llegar a la posesión efectiva.
Cada cual votará según su historia, creencias, percepción. Y es crucial respetar eso, aunque no nos guste. Además, la realidad chilena es tal, que sea cual sea el resultado este domingo, no habrá cambio drástico. Con un Congreso empatado, con un país dividido, todos los cambios serán lentos, difíciles, y, obligatoriamente, consensuados. No estamos eligiendo un Dictador Supremo con plenos poderes, sino a nuestro democrático representante en el gobierno.
Lo importante es votar. Comprometerse en el corazón con Chile. Ningún candidato será jamás ideal, de la misma manera que el novio o novia ideal solo existen en la imaginación. Lo decisivo es no dejarse seducir por la indiferencia, no creer que la política no tiene nada que ver conmigo, que es tan sucia que no quiero participar. Justamente, asumiendo el poder de mi voto, la majestad de mi soberana voluntad ciudadana, podemos transformar e iluminar un proceso inevitable de salto hacia el porvenir.
Política significa, en esencia, sintonía de las voluntades para el bien común. Podrá degradarse, corromperse, violentarse -ha ocurrido tanto-, pero renace siempre, siempre, con la esperanza. No hay pueblo que pueda quedarse sin política: se quedaría sin futuro.
El Cosmos nos está regalando aquí y ahora un magnífico Kairós. Una oportunidad luminosa para que la dulce patria -tan amarga a veces- vaya acercándose a su destino prometido de puerto generoso de la Nueva Humanidad. ¡Abracemos con gratitud este increíble regalo!
(En la foto, un salmón de río ejerciendo toda la espectacular fuerza de su cola para saltar río arriba, en contra de la corriente y la gravedad, para volver a las aguas puras de su origen, donde depositará sus huevos. Un salto similar nos toca…)