Mañana se llena la luna, y con ella se acaba el corredor de eclipses -tremendo túnel energético-, que marcó nuestro caminar en este invierno histórico. Entre el 5 de junio y mañana 5 de julio, tres eclipses habrán señalizado la inmensa, inconcebible zambullida que nuestra alma está viviendo en su misterioso proceso de metamorfosis. ¿Quién podría decir que no ha cambiado, que está igualito a como estaba en mayo recién pasado?
En efecto, desde adentro hacia afuera, el proyecto mariposa, ese diseño humano de consciencia y libertad que pulsa, anhelante, en los corazones, ha comenzado ya a desplegar sus alas.
Transitamos el signo de Cáncer, signo secreto, líquido, que oculta en su fluir el regalo más grande de todos, la intimidad. ¡Precisamente lo que el alma quiere con toda el alma!
La crisis que está cambiando a la humanidad se inscribe justo en el eje arquetípico de la Luna Llena de mañana: la polaridad que hace Cáncer (donde está ahora el Sol) con Capricornio (donde la Luna se completará, en el ritmo femenino de su danza mensual). En Capricornio se encuentran los pesos pesados, Saturno y Plutón, mega potenciados por el exuberante Júpiter, encargándose cósmicamente de abrir una nueva era para nosotros, haciendo demolición explosiva de la negatividad socialmente acumulada, la misma que impide la metamorfosis en todos los niveles. Anuncian, como vamos sabiendo, el colapso de los sistemas de poder, un nuevo contrato social, la refundación radical del juego económico en sintonía con la equidad y el medio ambiente. Puras cosas de ultra largo plazo, pero que parten hoy con el dramático desmoronarse de lo podrido, tal como vemos cada día en las noticias, con el quiebre drástico e irreversible de las estructuras conocidas, incluyendo las propias, las psicológicas. En lenguaje técnico, el reciclaje de lo capricorniano negativo para permitir el paso al esplendor del Capricornio iluminado: el desarrollo de una sociedad honesta, ética, solidaria y unida, consciente de la naturaleza, que de verdad favorezca la libertad, la protección, la felicidad de todos. O sea, la necesaria para que Cáncer pueda realizarse…
Obvio que la iluminación social no es posible sin previa iluminación individual. Se requiere -siempre se ha requerido- de un número crítico de seres humanos que hayan hecho la metamorfosis, para que catalice el salto colectivo.
Providencialmente, la pandemia, junto con muchas terribles consecuencias, trajo también la cuarentena, un universal retiro forzado que ha resultado tan facilitador de esa alquimia formidable. ¡Todos tuvimos que irnos p’adentro!
Generosamente, el confinamiento ha activado el encender de la luz canceriana en nuestra vida. Porque Cáncer es interioridad, dulce soledad, gozosos ritmos cotidianos, hogar, familia, vínculos, devoción entregada…
Quiero honrar la belleza y trascendencia de este signo incomprendido copiando textualmente unos párrafos que escribí entonces, hace doce años, enamorado de Cáncer y su verdad arquetípica, para abrir el capítulo correspondiente de mi libro UN ESPEJO CÓSMICO. Lo dice todo:
“Más acá de la piel, en cambio, cesa la mente informada, calla la imaginación descriptiva. Solo queda el sentir.
Porque bajo nuestra piel la única realidad es el sentir. El pulsar. En el espacio interno el infinito converge sin cesar a un centro, y ese centro vivo pulsa, palpita, late en la constante conmoción del alma. Un pulsar inquieto que se contrae en la incertidumbre, para crecer luego, ardiente, con el entusiasmo, relajándose más tarde, quizás en dulce alivio. Un pulso tan vulnerable que se pone a temblar con cualquier miedo; tan poderoso, que puede contener agradecido a la existencia entera, abrazándola con amorosa vibración.
Cáncer es el signo sensitivo en que el alma se entrega a la inmensidad del sentir, para mostrarnos la vida desde adentro, en intimidad.”
(La foto la elegí porque me parece sugerente síntesis del momento. El Observador interno de cada uno de nosotros, sereno, desapegado, conectado inseparablemente con el amor que nunca se acaba, mirando con mirada de Bambi el caos de emociones contradictorias de la manada primate -nuestra parte instintiva-, que reacciona descontroladamente, asustada, como es natural, por la gigantesca incertidumbre reinante.)
¡Un abrazo del alma a cada uno de ustedes!