Prometí desarrollar aquí este ayuda memoria de los siete pilares de la sabiduría; vaya entonces la descripción de estas serpientes, siete prioridades interiores que son requisito fundacional de todo intento de transformarse en una mejor versión de sí mismo. Su exacto opuesto es la Medusa, la mujer de cabellera de serpientes, muy activa en estos días. En la cabeza de la Medusa, las serpientes no son sabias: están enloquecidas de alarma. Así simbolizaron los griegos el estado mental de pensamiento descontrolado, en que los miedos han invadido nuestro cerebro reptiliano (el primero, el más arcaico, el que solo conoce vida/muerte), desatando las emociones negativas asociadas a las dos reacciones básicas que el peligro enciende: atacar, o arrancar. En la selva, funciona estupendo. Pero en la mente, genera infierno. Todos los días atacamos, juzgando con rechazo, descalificando, despreciando, desconfiando porque sí. Odiando. Que a menudo nos sintamos solos, separados, rechazados, no es nada raro, porque resulta matemáticamente de lo anterior. También arrancamos a cada rato, refugiándonos en la ilusión de ser injustamente víctimas de algo o de alguien. De ahí al fatalismo, la depresión y las adicciones, un simple tobogán.
Las serpientes de Saturno, en cambio, son como la cobra que protegió al Buda: siete perseverancias de fructífera virtud.
La primera, sin la cual ni una, la SOLEDAD. Necesitamos pasar tiempo privilegiado con nosotros mismos. Sin libro, sin pantallas, sin tarea. Puede ser una quietud privada, o un paseo en la naturaleza: se trata de prestarse total atención. Soledad es la más íntima compañía; aislamiento, en cambio, es huida.
La segunda serpiente es el SILENCIO, inseparable de la primera. Para escuchar al GPS del alma, es preciso que la mente calme su parloteo; del silencio brota el saber.
La tercera, la SERENIDAD. La calma central observando la corriente del sentir. El núcleo quieto, desapegado, en el centro del ciclón emocional. Nada me turbe, nada me espante…
La cuarta serpiente de luz es el SERVICIO. No hay mejor depurativo para el ego -tan majadero- que entregar nuestra energía al bien del otro, útiles a la circulación generosa de la vida. Ecológicos de verdad.
Viene ahora la SOBRIEDAD. Indispensable, porque el exceso de expectativas, la glotonería mental -creer siempre que más es mejor-, la avidez de una plenitud instantánea, nos condenan a la frustración y el permanente reclamo. La experiencia, como la comida, ha de limitarse con conciencia, tomarse en dosis oportunas y prudentes; si no, intoxica.
Una serpiente inesperada y feliz de Saturno es la SATISFACCIÓN. Ciertamente, consiste en el arte de apreciar y satisfacerse con lo que hay, en vez de compararlo irritadamente con lo que no hay. Aceptando y constatando lo positivo de cada circunstancia. Con los propios logros, descubrir que la nota favorita de la vida es la nota 4; porque, para la vida, aprobar es suficiente. Y satisfactorio.
El 7, reservémoslo para anhelos vocacionales: la pianista en su interpretación cumbre, el cirujano en la operación decisiva. El quehacer de todos los días no requiere de tanta excelencia. La última y formidable criatura de Saturno es la SABIDURÍA misma, la destilación consciente de nuestra experiencia. El saber certero, en carne propia, que proviene de vivir sin resistencias la vida, revisándola constantemente, ayudados, desde luego, por la soledad, el silencio, la serenidad… ¡Buena alquimia a todos los encantadores de serpientes!